Finger food
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Entre tantas acepciones que terminan con el concepto “food”: fast food, real food, healthy food, slow food… Nos encontramos con finger food, que su traducción literal es, básicamente, comer con los dedos. Pero no se trata del simple hecho de coger una patata frita con la mano y llevártela a la boca, va más allá. Consiste en un modo de preparar los alimentos para poder consumirlos de un bocado. Está pensado para poder comer de pie, en una reunión informal, pero sin perder las cualidades de las recetas saludables. Es una forma de comer que se ha vuelto muy popular en eventos sociales y fiestas.
La forma de comer con los dedos es la que habitualmente emplean los niños cuando comienzan a tener dientes y a alimentarse por sí solos. Según la enfermera experta en nutrición, Carmina López “las cantidades que puedes ingerir son más pequeñas y por lo tanto se mastican de otra manera y se digieren mejor”. Aunque ahora sea una práctica seguida por los niños principalmente, “ancestralmente” ya se utilizaba. Para López “es otra manera de practicar es slowfood”. De hecho, al tratarse de pequeñas porciones, puede facilitar que niños y mayores que rechazan la ingesta de algún alimento, como puede ser un tipo de verdura u hortaliza, se animen a probarla e incluso la acepten.
Estos alimentos suelen ser fáciles de sostener y comer sin ensuciarse las manos, como bocadillos, canapés, mini empanadas, albóndigas, brochetas, croquetas, minihamburguesas, entre otros. Proponemos ejemplos saludables de estas pequeñas raciones individuales, que pueden consistir desde chupitos de gazpacho u otras cremas, brochetas de fruta o carne, o tartaletas de verdura. Para aquel que desee iniciarse en este tipo de menú, hay asociaciones directamente relacionadas con los alimentos saludables, como la Asociación Española de Fabricantes de Vegetales Congelados (ASEVEC), que propone recetas de finger food con una base de verduras. Porque, al contrario de lo que se piensa, el finger food no solo tiene entre sus recetas fritos y rebozados.
La presentación de los platos de finger food es muy importante, ya que se busca que sean atractivos visualmente y fáciles de comer. Se utilizan recipientes pequeños, bandejas o platos individuales para servir los alimentos. Además, se suelen acompañar con salsas, aderezos o dips que complementan el sabor de los bocados.
Por lo tanto, slow food y finger food no están reñidos, ambos pueden coexistir en una dieta saludable. El slow food nació como una respuesta al ritmo acelerado de la vida moderna y a la industrialización de los alimentos. Promueve una forma más consciente y reflexiva de comer, valorando los alimentos locales, sostenibles, frescos y de temporada. Se enfoca en la calidad de los ingredientes, la producción responsable, la preservación de las tradiciones culinarias y la conexión con el origen de los alimentos.
Si el finger food se centra en la comodidad y la facilidad de consumo, puede compartir espacio con la filosofía de una alimentación más lenta y significativa con la comida. En ambos casos se puede disfrutar de los sabores. Los procesos de preparación y el acto de comer en sí mismo. Además, de tener una relación más amable con nuestro cuerpo y nuestro entorno.
Entre tantas acepciones que terminan con el concepto “food”: fast food, real food, healthy food, slow food… Nos encontramos con finger food, que su traducción literal es, básicamente, comer con los dedos. Pero no se trata del simple hecho de coger una patata frita con la mano y llevártela a la boca, va más allá. Consiste en un modo de preparar los alimentos para poder consumirlos de un bocado. Está pensado para poder comer de pie, en una reunión informal, pero sin perder las cualidades de las recetas saludables. Es una forma de comer que se ha vuelto muy popular en eventos sociales y fiestas.
La forma de comer con los dedos es la que habitualmente emplean los niños cuando comienzan a tener dientes y a alimentarse por sí solos. Según la enfermera experta en nutrición, Carmina López “las cantidades que puedes ingerir son más pequeñas y por lo tanto se mastican de otra manera y se digieren mejor”. Aunque ahora sea una práctica seguida por los niños principalmente, “ancestralmente” ya se utilizaba. Para López “es otra manera de practicar es slowfood”. De hecho, al tratarse de pequeñas porciones, puede facilitar que niños y mayores que rechazan la ingesta de algún alimento, como puede ser un tipo de verdura u hortaliza, se animen a probarla e incluso la acepten.
Estos alimentos suelen ser fáciles de sostener y comer sin ensuciarse las manos, como bocadillos, canapés, mini empanadas, albóndigas, brochetas, croquetas, minihamburguesas, entre otros. Proponemos ejemplos saludables de estas pequeñas raciones individuales, que pueden consistir desde chupitos de gazpacho u otras cremas, brochetas de fruta o carne, o tartaletas de verdura. Para aquel que desee iniciarse en este tipo de menú, hay asociaciones directamente relacionadas con los alimentos saludables, como la Asociación Española de Fabricantes de Vegetales Congelados (ASEVEC), que propone recetas de finger food con una base de verduras. Porque, al contrario de lo que se piensa, el finger food no solo tiene entre sus recetas fritos y rebozados.
La presentación de los platos de finger food es muy importante, ya que se busca que sean atractivos visualmente y fáciles de comer. Se utilizan recipientes pequeños, bandejas o platos individuales para servir los alimentos. Además, se suelen acompañar con salsas, aderezos o dips que complementan el sabor de los bocados.
Por lo tanto, slow food y finger food no están reñidos, ambos pueden coexistir en una dieta saludable. El slow food nació como una respuesta al ritmo acelerado de la vida moderna y a la industrialización de los alimentos. Promueve una forma más consciente y reflexiva de comer, valorando los alimentos locales, sostenibles, frescos y de temporada. Se enfoca en la calidad de los ingredientes, la producción responsable, la preservación de las tradiciones culinarias y la conexión con el origen de los alimentos.
Si el finger food se centra en la comodidad y la facilidad de consumo, puede compartir espacio con la filosofía de una alimentación más lenta y significativa con la comida. En ambos casos se puede disfrutar de los sabores. Los procesos de preparación y el acto de comer en sí mismo. Además, de tener una relación más amable con nuestro cuerpo y nuestro entorno.