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S. Gallego, R. Granell, P. Montañana, A. Pedroche y G. Ramírez de Arellano
Martes, 24 de Mayo de 2022 Tiempo de lectura:

Los verdaderos animales

España es el país con mayor tasa de abandono animal a nivel europeo

Se llama Harry, tiene 11 años, es un pequeño perro mestizo y sufre ansiedad desde hace más de un año. ¿El motivo? Sus padres adoptivos le abandonaron. La crisis sanitaria de la Covid-19 motivó su acogida en el hogar de una agradable pareja que le quería “para pasar ese tiempo”, pero al volver a la normalidad se dieron cuenta de la responsabilidad que suponía tenerlo en casa y renunciaron a él. Harry pronto dejó de ser su salvación para convertirse en una carga.

 

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Sara, la presidenta de la Sociedad Valenciana Protectora de Animales y Plantas (SVPAP), donde vive Harry, asegura que su caso no es el único, pues muchos de los animales que tiene actualmente la protectora “han sido maltratados, abandonados o se encuentran en condiciones muy lamentables”. Para ella, igual que para el resto de los voluntarios que componen y sustentan SVPAP, “es algo muy duro”, pues como señala la Fundación Affinity, son 286.000 animales domésticos abandonados este último año, donde se incluyen tanto los perros como los gatos. Una cifra que parece mínima si se tiene en cuenta que en España hay 13 millones de mascotas registradas, de las cuales 6,7 millones son perros y 3,8 millones son gatos, según los datos de la Red Española de Identificación de Animales de Compañía (REIAC). Sin embargo, el abandono animal es una realidad preocupante que pone en riesgo la vida de muchos seres vivos. 

 

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La crisis sanitaria provocada por la Covid-19 supuso un antes y un después en la vida de todos. Durante tres meses, desde marzo de 2020 hasta junio de ese mismo año, los derechos y libertades de los españoles se vieron restringidos. El Gobierno decretó la obligación de permanecer en casa y tan solo permitía salir a las calles en circunstancias de extrema necesidad tales como comprar alimentos o pasear a las mascotas. Por desgracia, muchos se aferraron a esta segunda licencia y acudieron a protectoras con el fin de adoptar algún animal. Una decisión que los propios refugios y protectoras habrían agradecido si no fuera porque “evidenció la poca conciencia y responsabilidad de muchos ciudadanos, empeorando la situación de los animales”, según comenta Naturaleza y Animales. Una reflexión compartida por Sara, la presidenta de SVPAP, a quien le entristece que el incremento en el número de adopciones “no haga salvo evidenciar que continúa habiendo gente que ve a sus perros y gatos como juguetes, sin darse cuenta de que tienen sentimientos”. Un reconocimiento que llegó el pasado año 2021 de la mano del Congreso de los Diputados, donde se aprobó la nueva normativa por la que los animales dejan de ser considerados “bienes inmuebles o cosas” y, por fin, se reconoce su naturaleza de seres vivos. 

 

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Otro de los efectos del coronavirus que sigue apreciándose dos años más tarde es el relativo a la financiación. El refugio Adopta, ¡Salva Una Vida! (ASUV) cuenta que teme no ser capaz de cuidar a sus animales porque, a pesar del aumento de adopciones, ha disminuido por contra el número de donaciones o celebraciones que permiten recabar dinero para mantener el refugio. Tanto ASUV como SVPAP y Naturaleza y Animales logran alimentar, custodiar y proteger a sus perros y gatos gracias a las aportaciones de sus socios y voluntarios. Se constituyen como asociaciones sin ánimo de lucro y temen “ser embargados y que los animales tengan que ser sacrificados o pasar a manos de una perrera”. Un final para sus peludos que, según cuentan todas y cada una de las protectoras, se debe a que no existen “verdaderas leyes que protejan a los animales”. Pues todo empieza, para la Fundación de Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA), en el propio término “mascota”: “persona, animal o cosa que sirve de talismán, que trae buena suerte” (Real Academia Española). Se trata de un término que no pone en valor esos derechos que ya ha reconocido el Gobierno de España y niegan “la entrega, honestidad, amor y lealtad que proporcionan los perros y gatos”, según Naturaleza y Animales. Asimismo, denuncian que solo reciben a cambio “abandono, crueldad, egoísmo puro y maltrato por parte de los humanos”.

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Esta ingrata actitud humana es la que el pequeño Harry ha vivido en propia piel, experimentando el sufrimiento y la ansiedad por separación. Una pareja decidió acogerle durante algunos meses en el período de la pandemia, pero en el momento en el que el país volvió a la normalidad cambiaron las tornas y el animal se vio de nuevo en la protectora echando de menos a quienes habían querido entretenerse con él de manera temporal.

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