Habla, escucha, salvar una vida
Fuente: Pixabay
El suicidio es una de las principales causas no naturales de muerte según la Organización Mundial de la Salud (OMS), y España sigue esta misma tendencia tan preocupante. Datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) revelan que en 2021 hubo 4003 muertes por suicidio en el país, cifra que aumentó a 4227 en 2022, representando un incremento del 5,6% respecto al año anterior.
Cabe destacar que esta problemática es especialmente alarmante entre los adolescentes y jóvenes, pues el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte entre los jóvenes de 12 a 29 años. En 2021, 336 jóvenes en este rango de edad se quitaron la vida: 173 tenían entre 24 y 29 años; 118 estaban en la franja de 18 a 23 años; 45 tenían entre 12 y 17 años; y dos eran menores de 12 años.
![[Img #4610]](http://elsubmarino.periodismodigital.es/upload/images/06_2024/6022_captura-de-pantalla-2024-06-10-a-las-201211.png)
Clica aquí para visualizar el gráfico: https://public.flourish.studio/visualisation/18064130/
Además, como apunta el estudio sobre la evolución del suicidio infantojuvenil elaborado por el Grupo de Investigación en Epidemiología Psiquiátrica y Salud Mental de la Universidad Complutense de Madrid, junto a investigadores del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM), el impacto asociado a la pandemia del COVID-19 ha exacerbado esta situación de manera más que significativa. Desde 2018, las cifras de fallecimientos por suicidio han mostrado un aumento constante, pasando de 3539 en 2018 a 3671 en 2019, y luego a 3941 en 2020. Los datos derivados de los años de pandemia (2020-2021) reflejan un incremento de la tasa del 5,5% respecto al año 2018, algo no tan evidenciable en los jóvenes, cuya tasa no sufrió una variación reseñable.
En 2021, la tasa de mortalidad por suicidio fue de 8,45 fallecimientos por cada 100.000 habitantes, lo que quiere implica que cada día 11 personas se quitaron la vida en nuestro país. En los adultos jóvenes de 24 a 29 años, la tasa fue de 5,75 por cada 100.000 habitantes, con un 81,5% de hombres. En jóvenes de 18 a 23 años, la tasa fue de 4,11 por cada 100.000 habitantes, siendo un 71,2% hombres. Finalmente, entre los adolescentes de 12 a 17 años, la tasa fue de 1,49 por cada 100.000 habitantes, con una incidencia más equilibrada entre sexos (55,4% de hombres).
![[Img #4611]](http://elsubmarino.periodismodigital.es/upload/images/06_2024/9001_captura-de-pantalla-2024-06-10-a-las-202321.png)
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Como se puede evidenciar, existe una gran disparidad entre las cifras de fallecimiento por suicidio de hombres y mujeres. Las posibles explicaciones de ello pueden asociarse a factores socioculturales, psicológicos y biológicos. Por ejemplo, tradicionalmente, los hombres son menos propensos a buscar ayuda ante problemas de salud mental debido a roles de género y otras consideraciones. “La sociedad machista no favorece el que los chicos puedan pedir ayuda, ya que puede parecer de débiles y existe la tendencia a creer que llorar no es para ellos, lo que dificulta una expresión más abierta de las emociones”, comenta June Borrajo, psicóloga sanitaria.
Por otro lado, la diferencia en las tasas de suicidio entre adolescentes y adultos jóvenes también sugiere que los factores de riesgo y los roles de género evolucionan con la edad. En la adolescencia, las tasas son más equilibradas entre sexos, posiblemente debido a la influencia de factores comunes como el bullying o la presión académica. Sin embargo, a medida que las personas envejecen, los roles de género y las expectativas sociales comienzan a ser más que asfixiantes.
Factores de riesgo
“El aumento de trastornos de salud mental y el malestar emocional, combinado con la falta de recursos o sistemas de apoyo emocional son algunos de los factores que más inciden en el aumento del suicidio entre los jóvenes”, afirma June Borrajo, psicóloga sanitaria. El consumo de sustancias psicoactivas, alcohol y otras drogas también incrementa el riesgo, así como los intentos de suicidio previos, ya que el 50% de las personas que se quitan la vida tienen antecedentes de tentativas. La presión académica, el uso de redes sociales y factores psicológicos como la desesperanza y el perfeccionismo contribuyen significativamente. Además, existen factores genéticos y familiares: los menores expuestos a la conducta suicida de un progenitor son cuatro veces más propensos a intentar suicidarse. La falta de apoyo sociofamiliar y un bajo nivel socioeconómico también agravan el riesgo.
Señales de alerta
Detectar las señales de alerta es fundamental para la prevención del suicidio en jóvenes. Estas señales pueden ser verbales, como comentarios negativos sobre el futuro, sentimientos de desesperanza, deseos de morir, expresiones de culpa, vergüenza u odio hacia sí mismos. "Suelen tener frases o comentarios, que de primeras pueden parecer poco importantes, pero suelen compartir insatisfacción con la vida o pocas ganas de vivir o amanecer”, explica June Borrajo. En términos de comportamiento, los cambios más recurrentes incluyen mayor irritabilidad, agresividad, descuido de la apariencia personal y patrones anormales de sueño. Las señales no verbales abarcan desde intentos de suicidio previos, hasta un aislamiento social progresivo o el abuso de alcohol y drogas. Otros indicadores son la incapacidad de experimentar placer, el aumento de molestias físicas asociadas a conflictos emocionales y el cierre de asuntos pendientes, lo que puede ser indicativo de un plan suicida.

Cabe destacar que esta problemática es especialmente alarmante entre los adolescentes y jóvenes, pues el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte entre los jóvenes de 12 a 29 años. En 2021, 336 jóvenes en este rango de edad se quitaron la vida: 173 tenían entre 24 y 29 años; 118 estaban en la franja de 18 a 23 años; 45 tenían entre 12 y 17 años; y dos eran menores de 12 años.
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Además, como apunta el estudio sobre la evolución del suicidio infantojuvenil elaborado por el Grupo de Investigación en Epidemiología Psiquiátrica y Salud Mental de la Universidad Complutense de Madrid, junto a investigadores del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM), el impacto asociado a la pandemia del COVID-19 ha exacerbado esta situación de manera más que significativa. Desde 2018, las cifras de fallecimientos por suicidio han mostrado un aumento constante, pasando de 3539 en 2018 a 3671 en 2019, y luego a 3941 en 2020. Los datos derivados de los años de pandemia (2020-2021) reflejan un incremento de la tasa del 5,5% respecto al año 2018, algo no tan evidenciable en los jóvenes, cuya tasa no sufrió una variación reseñable.
En 2021, la tasa de mortalidad por suicidio fue de 8,45 fallecimientos por cada 100.000 habitantes, lo que quiere implica que cada día 11 personas se quitaron la vida en nuestro país. En los adultos jóvenes de 24 a 29 años, la tasa fue de 5,75 por cada 100.000 habitantes, con un 81,5% de hombres. En jóvenes de 18 a 23 años, la tasa fue de 4,11 por cada 100.000 habitantes, siendo un 71,2% hombres. Finalmente, entre los adolescentes de 12 a 17 años, la tasa fue de 1,49 por cada 100.000 habitantes, con una incidencia más equilibrada entre sexos (55,4% de hombres).
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Como se puede evidenciar, existe una gran disparidad entre las cifras de fallecimiento por suicidio de hombres y mujeres. Las posibles explicaciones de ello pueden asociarse a factores socioculturales, psicológicos y biológicos. Por ejemplo, tradicionalmente, los hombres son menos propensos a buscar ayuda ante problemas de salud mental debido a roles de género y otras consideraciones. “La sociedad machista no favorece el que los chicos puedan pedir ayuda, ya que puede parecer de débiles y existe la tendencia a creer que llorar no es para ellos, lo que dificulta una expresión más abierta de las emociones”, comenta June Borrajo, psicóloga sanitaria.
Por otro lado, la diferencia en las tasas de suicidio entre adolescentes y adultos jóvenes también sugiere que los factores de riesgo y los roles de género evolucionan con la edad. En la adolescencia, las tasas son más equilibradas entre sexos, posiblemente debido a la influencia de factores comunes como el bullying o la presión académica. Sin embargo, a medida que las personas envejecen, los roles de género y las expectativas sociales comienzan a ser más que asfixiantes.
Factores de riesgo
“El aumento de trastornos de salud mental y el malestar emocional, combinado con la falta de recursos o sistemas de apoyo emocional son algunos de los factores que más inciden en el aumento del suicidio entre los jóvenes”, afirma June Borrajo, psicóloga sanitaria. El consumo de sustancias psicoactivas, alcohol y otras drogas también incrementa el riesgo, así como los intentos de suicidio previos, ya que el 50% de las personas que se quitan la vida tienen antecedentes de tentativas. La presión académica, el uso de redes sociales y factores psicológicos como la desesperanza y el perfeccionismo contribuyen significativamente. Además, existen factores genéticos y familiares: los menores expuestos a la conducta suicida de un progenitor son cuatro veces más propensos a intentar suicidarse. La falta de apoyo sociofamiliar y un bajo nivel socioeconómico también agravan el riesgo.
Señales de alerta
Detectar las señales de alerta es fundamental para la prevención del suicidio en jóvenes. Estas señales pueden ser verbales, como comentarios negativos sobre el futuro, sentimientos de desesperanza, deseos de morir, expresiones de culpa, vergüenza u odio hacia sí mismos. "Suelen tener frases o comentarios, que de primeras pueden parecer poco importantes, pero suelen compartir insatisfacción con la vida o pocas ganas de vivir o amanecer”, explica June Borrajo. En términos de comportamiento, los cambios más recurrentes incluyen mayor irritabilidad, agresividad, descuido de la apariencia personal y patrones anormales de sueño. Las señales no verbales abarcan desde intentos de suicidio previos, hasta un aislamiento social progresivo o el abuso de alcohol y drogas. Otros indicadores son la incapacidad de experimentar placer, el aumento de molestias físicas asociadas a conflictos emocionales y el cierre de asuntos pendientes, lo que puede ser indicativo de un plan suicida.
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