
València
El Mercat Central frente al COVID-19
Analizamos cómo el Mercat Central ha sufrido los efectos de la pandemia, sus dinámicas, transformaciones e impresiones de los vendedores.
En un mundo globalizado como en el que vivimos, una pandemia en la otra punta del mundo es un serio peligro para todos los habitantes del planeta. València no ha sido ajena al impacto del SARS-CoV-2, popularmente conocido como Coronavirus. Esta pandemia, causada por un virus altamente contagioso y con un grado severo de mortalidad, afecta a todos por igual, y los sectores económicos no quedan exentos de su impacto. En el caso de la Comunitat Valenciana, poniendo el foco en València capital, el Covid-19 ha supuesto un auténtico desastre para los sectores económicos.
Uno de los principales -si no el que más- es el sector del turismo y la hostelería, esto es, el sector servicios. Así, muchas personas viven gracias a las personas que viajan a València cada año, siendo este flujo regular de turistas una fuente de riqueza y desarrollo para los valencianos. Según el Instituto Nacional de Estadística, la primera consecuencia de la ruptura de la normalidad que causó el virus fue la práctica extinción de visitantes en la ciudad: en 2020, la tasa de variación anual de turistas perdió 73,27 puntos con respecto a la afluencia de 2019, mostrando un descenso muy drástico que pasó de los 10 millones de visitantes registrados en 2019 a una cifra en 2020 que no llegaba prácticamente a los 3 millones en total.
![[Img #3713]](http://elsubmarino.periodismodigital.es/upload/images/05_2021/4597_numero-de-turistas-en-la-comunitat-valenciana.png)
Dadas las circunstancias, la pronunciada ausencia de turistas conlleva no sólo el debilitamiento de los sectores económicos locales enfocados a este público en concreto, sino que causa dos consecuencias directas muy apreciables: la destrucción de tejido económico que no es capaz de aguantar la embestida y, en segundo lugar, la reconversión de los negocios -motivada por nuevas dinámicas-. Según cifran desde la Confederación Empresarial de Hostelería y Turismo de la Comunitat Valenciana (Conhostur), más de un tercio de los locales de hostelería valencianos cerraron en los seis meses siguientes a la primera ola. Así, locales emblemáticos de la ciudad desaparecieron, como la cervecería don Pablo, y otros aguantaron el golpe pero con muchos daños. Muchos de los mejores bares y restaurantes de la ciudad han nutrido -y nutren- su oferta gastronómica a partir del stock de los mercados de frescos de la ciudad, que ofrecen productos de primera calidad a precios competitivos.
Este es el caso de uno de los buques insignia de València a nivel turístico: el Mercat Central. El mercado principal de la ciudad, aun siéndolo, estaba muy condicionado por la afluencia de turistas. Así, el cierre de la hostelería y las restricciones de movilidad han supuesto un descenso en los visitantes, pero también una oportunidad para atraer residentes y volver a esa función primigenia de mercado de proximidad. Tal y como sostiene la OCU, aquello que se gasta en este tipo de comercios -pequeños, de barrio- tiene un impacto positivo hasta tres veces más en la comunidad que aquello que pueda gastarse en grandes superficies. Así, el Mercat se ha reinventado y no solo garantiza comprar productos kilómetro cero, de proximidad y frescos en 300 puestos: también garantiza compras seguras e, incluso, compra online para los más perezosos a través de su propio portal.
Sin embargo, el contexto es mucho más difícil de lo que parece -el Mercat, tras el confinamiento, perdió hasta un 80% de las ventas físicas- y la situación es poco esperanzadora incluso para muchos de los puestos de la que es, según el imaginario colectivo, la despensa del cap i casal -y mayor mercado de frescos de Europa-. En esta situación, muchos puestos ven en la venta online -con servicio a domicilio en España y también en Europa- oportunidades, pero no es suficiente: intervienen muchos factores. Uno de ellos es la visibilidad -estar cerca de las entradas-: puestos como La Paca, de frutas y verduras, además de no ser los primeros que ve el visitante, son pequeños, de manera que su volumen de ventas es mucho más difícil de estabilizar en un contexto tan precario.
![[Img #3714]](http://elsubmarino.periodismodigital.es/upload/images/05_2021/8141_captura-de-pantalla-2021-05-23-a-las-144734.png)
Asimismo, las restricciones no solo han alejado al turismo, sino que también han perjudicado al total de visitantes habituales: en el puesto SalazonArte explican que, como efecto directo de las restricciones locales, mucha clientela que no vive relativamente cerca ha dejado de venir y se ha acostumbrado a comprar donde vive, sobre todo en grandes superficies. Por otra parte, son muchos los vendedores que coinciden en señalar que las obras de alrededor -remodelaciones de la plaza de Brujas y el entorno de la Lonja- no están ayudando, aunque diversas fuentes oficiales parecen indicar lo contrario. Todo ello, sumado a que no llegan turistas, complica mucho la supervivencia de los puestos del Mercat: muchos de ellos, sobre todo en la sección de pescadería, ni siquiera están abiertos un viernes.
Sin embargo, hay también atisbos de esperanza entre algunos vendedores: en el puesto de frutas y verduras de los Folgado, además de estar contentos con las nuevas herramientas de venta online, admiten que hay indicios de remontar gracias a la vacuna, aunque se resignan a que todo vaya más lento de lo deseado. Otro ejemplo de clara innovación y capacidad de reinventarse es La Vessana, que ofrece de entre sus productos algo singular: plantones. Así, cualquiera puede montar en su balcón un huerto urbano a base de tomates, pimientos o lechuga iceberg; el autoconsumo tuvo bastante buena acogida durante los meses de confinamiento.
Con la esperanza de que la vacuna y la inmunidad de grupo hagan sus efectos y rodeado de obras, el Mercat se mantiene en pie y capea uno de los temporales más fuertes a los que se ha enfrentado, mirando con esperanza a la temporada estival. Lo hace del único modo que sabe: con productos de calidad, buen trato, cercanía y sencillez. Todo lo que garantiza un mercado de barrio, pero con el regusto especial que tiene ese edificio modernista que, como no podía ser de otro modo, hace irresistible el querer entrar: seas de donde seas y vengas de donde vengas.
Si quieres saber más sobre qué nos contaron los vendedores del Mercat, aquí tienes nuestro podcast.
Si quieres descargarte material adicional en formato PDF, haz screen hacia abajo hasta la sección de descargables.
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En un mundo globalizado como en el que vivimos, una pandemia en la otra punta del mundo es un serio peligro para todos los habitantes del planeta. València no ha sido ajena al impacto del SARS-CoV-2, popularmente conocido como Coronavirus. Esta pandemia, causada por un virus altamente contagioso y con un grado severo de mortalidad, afecta a todos por igual, y los sectores económicos no quedan exentos de su impacto. En el caso de la Comunitat Valenciana, poniendo el foco en València capital, el Covid-19 ha supuesto un auténtico desastre para los sectores económicos.
Uno de los principales -si no el que más- es el sector del turismo y la hostelería, esto es, el sector servicios. Así, muchas personas viven gracias a las personas que viajan a València cada año, siendo este flujo regular de turistas una fuente de riqueza y desarrollo para los valencianos. Según el Instituto Nacional de Estadística, la primera consecuencia de la ruptura de la normalidad que causó el virus fue la práctica extinción de visitantes en la ciudad: en 2020, la tasa de variación anual de turistas perdió 73,27 puntos con respecto a la afluencia de 2019, mostrando un descenso muy drástico que pasó de los 10 millones de visitantes registrados en 2019 a una cifra en 2020 que no llegaba prácticamente a los 3 millones en total.
Dadas las circunstancias, la pronunciada ausencia de turistas conlleva no sólo el debilitamiento de los sectores económicos locales enfocados a este público en concreto, sino que causa dos consecuencias directas muy apreciables: la destrucción de tejido económico que no es capaz de aguantar la embestida y, en segundo lugar, la reconversión de los negocios -motivada por nuevas dinámicas-. Según cifran desde la Confederación Empresarial de Hostelería y Turismo de la Comunitat Valenciana (Conhostur), más de un tercio de los locales de hostelería valencianos cerraron en los seis meses siguientes a la primera ola. Así, locales emblemáticos de la ciudad desaparecieron, como la cervecería don Pablo, y otros aguantaron el golpe pero con muchos daños. Muchos de los mejores bares y restaurantes de la ciudad han nutrido -y nutren- su oferta gastronómica a partir del stock de los mercados de frescos de la ciudad, que ofrecen productos de primera calidad a precios competitivos.
Este es el caso de uno de los buques insignia de València a nivel turístico: el Mercat Central. El mercado principal de la ciudad, aun siéndolo, estaba muy condicionado por la afluencia de turistas. Así, el cierre de la hostelería y las restricciones de movilidad han supuesto un descenso en los visitantes, pero también una oportunidad para atraer residentes y volver a esa función primigenia de mercado de proximidad. Tal y como sostiene la OCU, aquello que se gasta en este tipo de comercios -pequeños, de barrio- tiene un impacto positivo hasta tres veces más en la comunidad que aquello que pueda gastarse en grandes superficies. Así, el Mercat se ha reinventado y no solo garantiza comprar productos kilómetro cero, de proximidad y frescos en 300 puestos: también garantiza compras seguras e, incluso, compra online para los más perezosos a través de su propio portal.
Sin embargo, el contexto es mucho más difícil de lo que parece -el Mercat, tras el confinamiento, perdió hasta un 80% de las ventas físicas- y la situación es poco esperanzadora incluso para muchos de los puestos de la que es, según el imaginario colectivo, la despensa del cap i casal -y mayor mercado de frescos de Europa-. En esta situación, muchos puestos ven en la venta online -con servicio a domicilio en España y también en Europa- oportunidades, pero no es suficiente: intervienen muchos factores. Uno de ellos es la visibilidad -estar cerca de las entradas-: puestos como La Paca, de frutas y verduras, además de no ser los primeros que ve el visitante, son pequeños, de manera que su volumen de ventas es mucho más difícil de estabilizar en un contexto tan precario.
Asimismo, las restricciones no solo han alejado al turismo, sino que también han perjudicado al total de visitantes habituales: en el puesto SalazonArte explican que, como efecto directo de las restricciones locales, mucha clientela que no vive relativamente cerca ha dejado de venir y se ha acostumbrado a comprar donde vive, sobre todo en grandes superficies. Por otra parte, son muchos los vendedores que coinciden en señalar que las obras de alrededor -remodelaciones de la plaza de Brujas y el entorno de la Lonja- no están ayudando, aunque diversas fuentes oficiales parecen indicar lo contrario. Todo ello, sumado a que no llegan turistas, complica mucho la supervivencia de los puestos del Mercat: muchos de ellos, sobre todo en la sección de pescadería, ni siquiera están abiertos un viernes.
Sin embargo, hay también atisbos de esperanza entre algunos vendedores: en el puesto de frutas y verduras de los Folgado, además de estar contentos con las nuevas herramientas de venta online, admiten que hay indicios de remontar gracias a la vacuna, aunque se resignan a que todo vaya más lento de lo deseado. Otro ejemplo de clara innovación y capacidad de reinventarse es La Vessana, que ofrece de entre sus productos algo singular: plantones. Así, cualquiera puede montar en su balcón un huerto urbano a base de tomates, pimientos o lechuga iceberg; el autoconsumo tuvo bastante buena acogida durante los meses de confinamiento.
Con la esperanza de que la vacuna y la inmunidad de grupo hagan sus efectos y rodeado de obras, el Mercat se mantiene en pie y capea uno de los temporales más fuertes a los que se ha enfrentado, mirando con esperanza a la temporada estival. Lo hace del único modo que sabe: con productos de calidad, buen trato, cercanía y sencillez. Todo lo que garantiza un mercado de barrio, pero con el regusto especial que tiene ese edificio modernista que, como no podía ser de otro modo, hace irresistible el querer entrar: seas de donde seas y vengas de donde vengas.
Si quieres saber más sobre qué nos contaron los vendedores del Mercat, aquí tienes nuestro podcast.
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